El rey
Nabucodonosor, después de haber entendido según la visión de la estatua hecha
de diferentes metales, del capitulo anterior(Daniel 2), ordena que se haga una
estatua toda de oro, ya que Babilonia había sido representada por este noble
metal, y la levanta, según dice la Biblia, en el campo Dura, ordenando a todos
sus súbitos que la adoren.
No era nada extraño
levantar un monumento tal en un país lleno de obras esplendidas y majestuosas.
Una de las construcciones mas notables de Babilonia era el Entementanki, el
zigurat, que para los babilonios era “la casa de la fundación del cielo y de la
tierra”, y se supone que era la antigua torre de Babel, edificada anteriormente
en la llanura de Sinar, según Génesis 11.
La religión babilónica,
politeísta , tenia muchísimas deidades
y no era nada raro establecer una mas y darle adoración. Sin embargo
para los jóvenes judíos llevados en el cautiverio, esto podría constituirse en
el mayor desastre de sus vidas.
El rey
Nabucodonosor mando a reunir a todos los sátrapas, magistrados y capitanes,
oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernantes de la
provincia, para que viniesen a la dedicación de la estatua (Daniel 3,2) y mando
que al oír la música, el son de la
bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de
todo instrumento de música (Daniel 3,5), se postren y adoren a la estatua de oro que el rey había
dedicado en Dura.
El rey se
entero que algunos varones judios, en concreto, los que el había nombrado
funcionarios de la provincia, no adoraron ni la estatua, ni a otras deidades babilónicas.
Había un horno
calentado, para echar al fuego a los que no se sometían a la autoridad y bajo
amenaza de muerte los jóvenes judíos se niegaron a ofrecer su adoración a otro
dios que no sea el Dios de Israel.
La respuestas
ante el rey fue muy firme: He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si
no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la
estatua que has levantado (Daniel 3, 17-18).
Los jóvenes son echados al fuego pero son
salvados, por su fidelidad, por la intervención divina. El rey mirando hacia el
horno ve entre ellos un rostro de hijo de
dioses, que interviene en el medio del fuego rescatando a sus fieles.
Al ver este extraordinario milagro, prueba de la
verdadera fe, en el verdadero Dios el rey afirma: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió
su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el
edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios
que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere
blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su
casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste (Daniel 3, 28-29).
No hay comentarios:
Publicar un comentario